[h1]CUELLO LIBRE[/h1]

Un original cinturón también para nosotros © Alessia Cetera

Más de una vez, al abrir mi armario, me he preguntado por qué demonios tengo tantas corbatas, si en realidad no me pongo a diario ninguna. Me gusta más verlas que ponérmelas. La corbata, y sobre todo con traje, suma años, proyecta una imagen más rígida, de lo que precisamente intento huir en el día a día, a pesar de que Wilde dijera que “una corbata bien anudada es el primer paso serio en la vida”. Las tengo de mil y un colores y de multitud de firmas: compradas, regaladas, heredadas… En cierta ocasión, me hice con un buen puñado de Ferragamo, al diez por ciento de su precio. Aún no me he puesto ninguna. Tengo también libros sobre el tema y he escrito varios artículos, porque la historia de este accesorio rematadamente masculino siempre me interesó.

La segunda vida de una corbata, de la mano de Mariangela Artese

De croata, por ser la banda de tela que al parecer llevaban las tropas de ese país al cuello en el siglo XVII, es el regalo más socorrido que alguien puede hacer a un hombre, aunque éste confiese que siempre va con la camisa abierta, sin nudos en la garganta. Siempre hay una ocasión (boda, bautizo, comunión o entierro, por poner cuatro ejemplos de lo más comunes) en los que lucirla. Un traje de una cadena de moda con una corbata de una gran firma causa más y mejor efecto que al revés. La Rochefoucauld dijo sin rubor que “el nudo es en la corbata lo que el cerebro en el hombre”. Ahí es nada.

Gisela muestra dos creaciones de Artese © Alessia Cetera

Alguien que no se pone corbatas, pero que las necesita, es Mariangela Artese, una italiana radicada en Bilbao. Y las necesita porque se vale de ellas para realizar cinturones, así como brazaletes. Sí, de lo más originales por cierto, más estéticos que prácticos, pero no por ello menos interesantes. Esta joven a punto de estrenar los 30, no solo apuesta por el reciclaje de este complemento, sino también por el de otras prendas, colaborando activamente en el proyecto Trucarec. Mariangela, ¿y si te paso unas cuantas de mis corbatas y me las conviertes en cinturón? Desde luego que de ese modo les daría mayor utilidad…

Source: VOGUE